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La República Checa, con su halo mágico que todo lo envuelve, y Eslovaquia, tierra de castillos y cuevas fascinantes, son un destino que hará las delicias de todos, combinando en perfecta armonía el arte más delicado con la naturaleza más agreste. La Republica Checa parece salida de un cuento de hadas: hermosos palacios y castillos, ciudades espectaculares, balnearios mundialmente conocidos y una bella naturaleza se conjugan para ofrecernos lo mejor de su herencia histórica. 

Pocas ciudades en el mundo son tan bellas como Praga, la joya de la corona y ciudad de las cien torres, te tocará el alma. Cada uno de sus barrios despierta la admiración de los transeúntes, con cafés que nos incitarán a tomarnos un merecido descanso y monumentos que nos hipnotizarán como: el Castillo de Praga marca con su monumental silueta la ciudad: es el castillo medieval más grande del mundo con sus espléndidos jardines palaciegos y, en su interior, la Catedral de San Vito, San Wenceslao y San Adalberto, una de las catedrales góticas más hermosas del mundo; desde el Mirador de Petrín que nos recordará a la Torre Eiffel de París obtendremos unas magníficas vistas, allí, bajo su colina veremos el famoso Niño Jesús de Praga en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria en el barroco barrio residencial de Malá Strana; la Plaza de la Ciudad Vieja, una de las plazas más bellas del mundo, con su elegante torre del Ayuntamiento y su espectacular reloj astronómico, con la Iglesia de Týn y sus altas torres y la Iglesia de San Nicolás de pura esencia barroca; el Barrio de Josefov es el barrio judío de Praga, en perfecto estado de conservación gracias, paradójicamente, a Adolf Hitler que decidió construir en Praga el “Museo de la raza desaparecida”. Sus seis sinagogas, el Ayuntamiento Judío o su mágico cementerio hacen del gueto judío uno de los paseos más impresionantes de la Ciudad Dorada; o el gótico y robusto Puente de Carlos que nos ofrecerá una de las postales más bellas de la ciudad.

Otras ciudades a tener en cuenta son: Kutná Hora, en la Bohemia Central, recibe por derecho propio los calificativos de “la caja del tesoro checo” y, si Praga es la ciudad dorada, Kutná Hora es la ciudad de plata por su importancia histórica y por sus joyas arquitectónicas; Litomysl, destaca por su pintoresco centro histórico y por su Palacio con la magnificencia de su diseño y su ornamentación; Cesky Krumlov que, a orillas del río Moldava, es la perla renacentista checa; o Karlovy Vary, la ciudad balneario por excelencia.

Pero la República Checa también es patrimonio natural con sus hermosos paisajes y sus rincones pintorescos. El Parque Nacional de Krkonose contiene un mosaico de ecosistemas que son testigos de su lejana época glacial; las Peñas de Broumov merecen una visita por sus curiosas piedras boletos, su ciudad rocosa, sus vistas espectaculares y su capilla barroca; la Reserva Natural de Soos con sus vastos páramos de lagos, aguas minerales y dióxido de carbono nos trasladará a la prehistoria; en Katerina Cave nos adentraremos en un mundo de fantasía con su famoso bosque de bambú y su bruja o el romántico valle del río Vydra con sus bucólicos rincones.

Eslovaquia era el miembro más débil de la alianza que se formó en Checoslovaquia, pero tras la separación de los dos países, Eslovaquia ha sabido caminar sola mirando con orgullo el futuro y sin renunciar a su herencia histórica. Tierra de castillos, parques naturales, cuevas fascinantes y un rico patrimonio cultural, Eslovaquia tiene mucho que mostrarnos.

Bratislava vive ajena a los intereses turísticos de sus vecinas Viena, Praga o Budapest, pero su encanto existe y se despliega a orillas del Danubio, su principal protagonista. Su riqueza cultural se refleja en monumentos que nos hablan de legados pasados: el Castillo de Bratislava, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, se yergue a orillas del Danubio y alberga el Museo Nacional Eslovaco; la Catedral de San Martín se levanta con su estilo gótico sobrio frente al castillo; el Ayuntamiento que preside la Plaza Hlavné Naméstie y el clasicista Palacio del Primado son dos de los edificios más bellos de la ciudad; la Puerta de San Miguel es uno de los símbolos de Bratislava y da acceso a las animadas calles aledañas; el Palacio Grassalkovich en la avenida Suché Myto con su belleza proporcionada es la residencia oficial del Presidente eslovaco; la Iglesia de Santa Isabel nos sorprenderá por su profuso Art Noveau y por su llamativo color azul; también veremos simpáticas estatuas que salpican el centro histórico -la más famosa es el “Rubberneck”, que es un hombre saliendo de una alcantarilla en la confluencia de las calles Panská y Sedlarská y que ha perdido dos veces la cabeza a causa de conductores imprudentes-; sin dejar de mencionar las construcciones de su pasado comunista como el Nový Most (puente nuevo) sobre el Danubio -tiene una torre de 95 metros de altura coronada por un restaurante en forma de OVNI que ofrece la mejor vista de la ciudad-, la pirámide invertida que es la sede de la Radio Nacional Eslovaca o el Slavín que es un cementerio soviético y cuyas vistas sobre la ciudad son absolutamente maravillosas.

Otras ciudades eslovacas que merecen nuestra atención son: Banská Štiavnica, en el centro del país, famosa por sus palacios renacentistas, elegantes plazas y ricas mansiones; Levoca es una pequeña ciudad que nos sorprenderá por su riqueza monumental en la que destacan sus fortificaciones, la Iglesia de Santiago o el monumental Castillo de Spis; Piestany, paraíso termal, alberga el balneario más importante del país con sus fuentes termales y sus fangos medicinales; o Bardejov, el mejor ejemplo de ciudad medieval fortificada centroeuropea.

Las mejores páginas de la historia de Eslovaquia se han escrito desde sus majestuosos castillos. A los ya mencionados castillos de Bratislava y Spis, hay que añadir los de Orava, Trencin o Bojnice. Además de sus ciudades, sus castillos y sus pueblos y aldeas pintorescos, Eslovaquia es sinónimo de naturaleza gracias a espectaculares paisajes salpicados de montañas, cuevas, bosques y lagos. Las montañas Tatras albergan varios parques naturales, son las más altas de Eslovaquia y en ellas hay más de doscientos lagos glaciares con sus saltos de agua y cascadas. Los Tatras se dividen en los Belianske Tatry y los Altos Tatras, en los Belianske se encuentra la cueva Belianska, abierta al público; los Bajos Tatras con sus idílicas cuevas como las del Hielo, Libertad, Bystrianska y Važecká; la zona de la Gran y Pequeña Fatra con uno de los lugares turísticos más populares: el pueblo de Vlkolínec, Patrimonio de la Humanidad; el Parque Nacional de Pieniny, atravesado por el río Dunajec donde se practica la navegación en balsas; Poloniny con sus vetustos hayedos primarios que son los más grandes de Europa; el Parque Nacional Paraíso Eslovaco con su relieve variado lleno de cañones, gargantas, cuevas, cascadas y saltos de agua, y con sus senderos y escaleras que se elevan al lado de las cataratas; la Planicie de Murán y su bucólico entorno; o el Parque Nacional Karst Eslovaco, la zona kárstica más grande del continente y donde han sido descubiertas más de mil cuevas, ideales para los amantes de la geología. También están abiertas al público las impresionantes cuevas de Domica, la Gombasek y la Cueva de Aragonito de Ochtiná.

La República Checa y Eslovaquia son dos países llenos de contrastes que nos sorprenderán por sus múltiples posibilidades y sus variedades de ocio. Viajar a Chequia y/o Eslovaquia tendrá que estar muy presente en nuestro particular cuaderno de bitácora a la hora de planificar nuestras vacaciones en familia.

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